El Capitán Juan Carlos Leonetti, al mando de una patrulla de tres militares, llega al cuarto piso del edificio de Venzuela 3149, en Villa Martelli. Tiene un dato certero: allí se esconde un alto dirigente del ERP, Domingo Menna. Lo que no sabe es que también está el jefe del grupo guerrillero, Mario Roberto Santucho. Según el parte oficial, cuando el comando del Ejército tiró la puerta abajo, Santucho y Leonetti, sorprendidos, quedaron frente a frente. Los dos dispararon, los dos murieron. También se anuncia la muerte de Benito Urteaga (número dos del ERP), pero no dice nada sobre los demás ocupantes de la casa: Menna, Ana Lanzilloto, Liliana Delfino y el hijo de dos años de Urteaga. Por testimonios posteriores, se supo que en Campo de Mayo (donde trasladaron a vivos y muertos) el cuerpo de Santucho fue exhibido como un trofeo durante varios días, pero que su ropa, su diploma de contador público y otros objetos personales fueron expuestos durante la dictadura en el llamado Museo de la Subversión que funcionaba en esa unidad militar.
“Nosotros como revol
ucionarios marxista-leninistas que nos debemos a la clase obrera, no podemos apoyar sectores vacilantes, no podemos despertar esperanzas en políticos que no realicen una práctica revolucionaria. Coincidimos sí, con ellos en la defensa de la democracia y la libertad, pero no los defendemos ni apoyamos, siguiendo las enseñanzas leninistas de que un pilar de la educación revolucionaria es confiar únicamente en las auténticas fuerzas revolucionarias del proletariado y el pueblo y no confundirse por ningún demagogo, ningún vacilante, ningún partido ni dirigente que sólo prometa y ceda ante presiones y esté en todo momento bajo la influencia del enemigo”.
Mario Roberto Santucho
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